miércoles, noviembre 05, 2008

Instante

Se despertó temprano ¿Era realmente temprano?
Miró el despertador… Tic Tac Tic Tac Irreversible, intransigente.
Abandonó las sábanas y se apoyó con duda sobre esa superficie constante, fría. No llegaría hasta el baño, el trecho era demasiado largo. Estiró las manos para alcanzar las medias de lana que, luego de una lucha infructuosa, se ocultaban bajo las telas expectantes. Echó a andar.
Otro día más, veinticuatro nuevas y mentirosas horas que ofrecían un mundo de posibilidades inexistentes. Todo dependía de él, pero qué podía hacer. ¿Qué se puede hacer cuando se está enfermo de rutina y el cambio no se produce? ¿Qué se puede intentar cuando las fuerzas son tan exiguas que lo único que logran es acomodarse a los canales de lo cotidiano?
Cierta ritualidad es positiva, lo sabía. Era conciente de ello. Se terminó de cepillar los dientes y se miró al espejo. La cara estaba aceitosa, el pelo sin orden. El aspecto de todos los días, imbuido de esa expresión de certezas confusas.
Se bañaría más tarde, era necesario volver a escribir, retomar las palabras de la madrugada anterior. Deseó fervientemente y sin darse cuenta, experimentar el apetito de la otra noche, desdoblarse como en aquel momento y volverse el que siempre quiso, ese ser activo, seguro, desinhibido.
Clic Clac Clic Clac… El sempiterno ruido de las voces.
El final: agotador y eufórico, desbordante y desesperado. Miró las hojas amontonadas, papeles que podrían no significar nada para un otro. Los músculos se resistían a sostener un segundo más ese cuerpo…
Se durmió, con la paz de una mente liberada.
Afuera, la noche asfixiaba a las estrellas. Adentro, el silencio ensordecedor.

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